lunes, 13 de febrero de 2012

Minus solum quam cum solus esset

*** ATENCION: Contiene spoilers sobre el final de la tercera temporada de Mad Men***

Hace unos minutos hemos concluído la tercera temporada de Mad Men. Estamos en pleno maratón para llegar a tiempo al estreno de la quinta, y no tengo duda de que lo conseguiremos. Pues bien, después del apoteosis presenciado, no puedo evitar expresar de manera patente esta sensación de que Mad Men es, sin ninguna duda, el mejor “Drama de personajes” de los últimos tiempos. Me adhiero a la corriente que cataloga una serie de personajes como aquella en la que el motor principal de las tramas son las relaciones y el proceso evolutivo de éstos. Las series “de procedimiento” (policiacas, detectivescas, legales) o las “de genero” (aventuras, ciencia ficción, terror) normalmente centran el episodio alrededor del “caso de la semana”, o una parte del “misterio de la temporada”, aunque haya líneas argumentales particulares que avanzan poco a poco, pero en Mad Men poco importa la nueva cuenta con Hilton o la compra de la agencia por McCann Erickson: Todo es una excusa para ver crecer a estas personalidades tan complejas y poco arquetípicas que nos fascinan.


A estas alturas ya no dudamos de que el tema principal de la serie sea la intrínseca soledad del ser humano. Lo dije antes y me temo que aparecerá una y otra vez. Pero tal y como Cicerón ponía en boca del general Escipión, el Africano, “Nunca estás tan sólo, como cuando estás solo”... aunque estés rodeado de gente. Hemos contemplado en esta tanda de trece episodios como Don, Betty, Joan, Roger y los demás están rodeados de sí mismos y aun así están en Bavia. Hasta que no se paren a analizarlo, no tienen la menor idea de por dónde tirar.


Don Draper, que reúne suficientes experiencias traumáticas como para tener un psicoanalista viviendo en la habitación de invitados, considera legítimo que su válvula de escape sean esos efluvios emocionales adúlteros que ya sabemos que no son mero ‘sexo rápido’, sino una manera diferente de canalizar sentimientos. Pero no es consciente de que el universo no gira exclusi-vamente alrededor de sí mismo y que sus actos pueden causar un impacto en los demás. De la misma manera Betty, su esposa, juega a ser recta y firme y cumplir a rajatabla unos principios que en el fondo le dan completamente igual… Cree que su estabilidad (social y emocional) pasa por mantener los convencionalismos, cuando la verdad es que su esquema mental necesita un orden y concierto que ha de ser generado por sí misma. El desconcierto provocado por el engaño, aunque venga de una persona lo suficientemente importante como para perdonarla moralmente, hace que le resulte imposible, estructuralmente, mantenerse ligada a Don y ahí está el catalizador de la ruptura.

Una de las grandes virtudes del creador de la serie, Matthew Weiner, es la capacidad de pintar sombras y matices hasta inventarse una tonalidad para cada emoción en cada personaje. No hay villanos absolutos. No hay errores imperdonables. Incluso el más abyecto de los caracteres tiene alguna virtud, que no lo redime, pero le da verosimilitud. Hemos acabado la temporada con Don y Betty tomando caminos separados. No tengo la menor idea de si estas dos almas están concebidas para acabar juntas, pero de momento necesitan seguir creciendo por separado.

Podríamos analizar cómo Roger Sterling, a pesar de seguir una llamada de su corazón y casarse con la joven Jane, no puede evitar seguir teniendo un vinculo especial con Joan, que no sabe como manifestar, hasta que se presenta la oportunidad de recuperarla laboralmente. Podríamos buscar paralelismos con la necesidad que Peggy tiene de realizarse, en principio pidiendo a gritos reconocimiento externo, pero en realidad aprendiendo a saberse merecedora de ese valor. Joan y su matrimonio sin sentido; Pete y su egocentrismo sociópata; Sal y su “exposición limitada” o Lane Pryce y su servilismo son ejemplos de lo grande que puede resultar el espacio en el que se ubica nuestra personalidad cuando estamos a solas con ella.


Pero -Y el “pero” es el principal motivo que me lleva a esta reflexión de hoy- las últimas escenas de la temporada son increíblemente optimistas. Estaba viendo la escisión de la antigua Sterling-Cooper y la formación de la nueva Starling-Cooper-Draper-Pryce y ese goteo de incorporaciones y reclutamientos, cada uno aportando sus habilidades y su personalidad y todos compartiendo la ilusión por un nuevo proyecto me ha parecido especialmente refres-cante. Por primera vez el cast (este cast, el que ha coincidido en este final de temporada, aunque bien podrían haber sido otros personajes en otro momento) me ha dado la sensación de “tripulación” en la que, cada personaje es una pieza irreemplazable de un engranaje superior.

Estas tripulaciones, ya sean la del “Princesa del Pacífico”, la “USS Enterprise” o el “Los Angeles Tribune” transmiten un sentimiento radicalmente opuesto al principio que unos párrafos más arriba doy como emblema de la serie. Al contrario, alientan el concepto de trabajo en equipo y el humanismo como motor. ¿Es esto contradictorio?

En cierta parte sí, pero es que, por encima de la reflexión de la soledad personal, Mad Men nos habla de la complejidad de los procesos humanos… y asumámoslo…la contradicción es uno de ellos que seguro que seguirá presente en las vidas ficticias de estos personajes. Un motivo más para seguir fascinados.

martes, 1 de noviembre de 2011

Altior, Paucior


"Every moment requires a purpose, every purpose requires a plan. The higher, the fewer".


Está claro que ascender es bueno. Subir es lo mejor que te puede pasar en la vida. Alto. Cuanto más alto mejor, y cuan más alto, menos hay.

Poca gente recordará la cita: “Todo momento requiere un propósito, todo propósito requiere un plan. Cuanto más alto, menos hay”. La dijo un personaje que ni siquiera era real, dentro de un contexto surrealista (ningún personaje es real, pero si formas parte de una simulación holográfica, eres irreal dentro de una irrealidad… demasiado confuso para el primer párrafo y ya estoy divagando…). Me estoy yendo a Star Trek, La Nueva Generación, una de aquellas apariciones estelares de la desaparecida Majel Barrett como Lwaxana Troi, en un capítulo adecuadamente titulado “El coste de la vida”. Y si las desquiciantes y poco ortodoxas enseñanzas de la noble betazoide podían llevar a alguna conclusión clara, es que, al final la vida te dirige a las alturas.


Hace un par de días realizamos una pequeña ascensión –que no asunción, eso lo dejamos para más adelante- dentro de nuestra periferia. El punto más elevado del macizo del Garraf es el Puig de l’Àliga, y resulta que está a cinco minutos de casa. El camino hacia arriba es interesante, porque ninguna pendiente es fácil de afrontar, y el mero hecho de estar dispuesto a hacerlo ya es señal de altura moral… pero como en todas partes, el premio está “arriba”. Arriba es bueno. La posibilidad de abarcar mar, montaña, llanura, árboles y casas a un golpe de vista confirma este afán que tenemos por elevarnos.

En tiempos más medievales, los beatos de aquella época (es decir, el 95% de la población), decidieron que los templos dedicados al Altísimo (ajá, de nuevo la palabra) tendrían el techo lo más alejado posible del suelo, para que estuvieran más cerca del susodicho. Es la versión snippet del origen de las catedrales. Y al final todo era para que, desde aquí abajo, desde la mundanidad, tuviéramos la sensación de elevarnos, pero sin dejar de tocar la tierra, sin perder ni por un momento el vínculo, porque, como ya decíamos, cuánto más alto, menos hay.

Y curiosamente, hoy no esperaba hacer más referencias mediáticas, pero en el frenesí de series televisivas en el que nos hemos metido estas últimas semanas (es oficial, el inicio de la temporada 2011-2012, requiere su propio análisis), sobrevolaré levemente una de esa joyitas recién descubierta que es Mad Men. Ciertamente es sensato mencionar de momento sólo una faceta, pero es algo que me ha inspirado fulminantemente. Pocos son los que llegan arriba, y algunas veces los que lo hacen, no se lo esperaban. No es que no se lo merezcan, pero el problema es que arriba es tan grande como abajo, y, sin apenas nadie para compartir la experiencia, se puede acabar perdido y ahogándose por la falta de oxígeno.

Creo que después de todo no me he convencido… sigo queriendo subir. Sigo queriendo estar arriba, pero quiero ver las vistas a media que avanzo. Cada escalón hacía la cima arriba es mas interesante que aquel del que acabamos de levantar el pie. Quiero pisarlos todos y cuando estemos arriba, con todo aprendido, con la bombona de oxígeno de reserva, disfrutaremos de la vista.

UPDATE : Estaba yo repasando la entrada y decidiendo que había un par de erratas que rectificar, y al mismo tiempo he presenciado como els Castellers de Vilafranca cargaban un impresionante Tres de Deu (con folre, claro), elevándose por encima del Ayuntamiento. Me encanta cuando la vida decide que se pone en modo synchro... es innegable.

lunes, 17 de octubre de 2011

Carpe Anticipationem


El sábado fuimos a ver Contagio. Tiene lógica, claro. Es el estrenazo del mes, sembrado de estrellas y estrellitas y dirigida por el maestro de los saltos radicales entre tramas, Stephen Soderbergh. No entramos en si la película es lenta (que lo es), si ver a Gwyneth Paltrow haciendo de muerta refuerza mi teoría de sus dos expresiones faciales o si cansa un poquito ver a Matt Damon en sus papeles de “pobre hombre tristón” (ya hace años que nos convencisteis de que es buen actor, pero entre Bourne y estos arrastrados, hay más cosas ¿no?), no, no creo que valga comentar muchas cosas de la película. Lo que más me llamó la atención de la experiencia Contagio, es como vivimos las expectativas y las anticipaciones.

Los que damos cierta importancia a estar al día de la Res Mediatica, aun cuando seguimos una disciplinada (o no) política de no spoilearnos y poder tener al máximo la sensación de sorpresa al ver una obra, jugamos conscientemente al “ya lo sabía”. Sabemos más o menos qué y quién va a salir, consultamos fechas de estreno para dosificar lo mejor posible los inputs y tenemos el concepto al día… no nos pasará como al tipo de ayer que murmuraba delante de los carteles de lo que se proyectaba en el multisalas: “Uy, si hacen una película del Capitán Trueno, ah, pero aún no, que pone ‘Próximamente’”… Pues no, caballero, que los responsables de la sala hayan colocado un cartel promo en lugar del oficial, no quita que ya se estrenó la semana pasada y como no fue nadie a verla la quitarán la que viene…Si le hacía ilusión verla, como no estaba al tanto, se va a quedar con las ganas, por poco informado”… Pero como siempre, estoy divagando…

Volvamos a Contagio. Aun a sabiendas de que la dirige quien la dirige podríamos pensar que es muchas cosas: una peli de terror por virus global y por ende de humanidad convertida en zombies; una fábula de ciencia ficción al respecto de la dependencia del status quo o más bien, un drama de situación con sus toques de crítica social liberal habitual en Soderbergh. Por ejemplo ¿Vamos a ver papelazos o los personajes son fichas que cumplen con la función de poblar el tablero global de la historia? Al final, la he descrito sucintamente y con poca precisión como “Un Vidas Cruzadas (Short Cuts) con Gérmenes” … entendiendo a la obra de Altman como ejemplo del género de la historia coral, los argumentos no tienen nada que ver, claro… Su resultado satisfará más o menos, pero hemos visto una película de la que sabíamos cuatro cosas, especulamos otras cuatro y acabamos con un resultado más o menos imprevisto.

Llevamos una temporada en que la anticipación es un elemento tan importante como el visionado en sí. Si no, ¿por qué se da tanto bombo, no sólo a los trailers, sino también a los teasers o los innumerables carteles de ‘próximamente’? En la taquilla anunciaban que la nueva película de Taylor Lautner proyectaba “en exclusiva” el trailer de Amanecer, Primera Parte. ¿Me estáis diciendo que pensáis que hay gente (las carpeteras también son personas) que si ya era favorable a ver la película, especialmente si son Team Jacob, van a decidirse gracias a ese trailer? Está claro que por ahí van los tiros.

Hace unas semanas vimos La Cara Oculta. Es un claro ejemplo de lo determinante que es el peso de los estímulos previos cuando llegas a la sala. Pocos días antes asistíamos al pase del trailer, uno de esos en los que “te explican todo” Pero no era así. Te deja muy claro una parte de la premisa, algo que en otro tiempo se hubiera dejado como giro inesperado en la propia historia, pero a estas alturas es mucho más práctico decirle al espectador: “sabemos que has visto mucho cine y que no se te va a hacer raro nada de lo que te explique. Mira, te voy a contar una cosa: en esta película una chica se queda encerrada en una habitación secreta de una casa… no te digo si al principio, a mitad o como parte del desenlace, no te digo si vive o muere, no te digo si es un drama, un thriller o una película de fantasmas”. Llegas a la proyección, la chica se queda encerrada a los cinco minutos y el resto es un redescubrimiento de lo que ya creías conocer…


Por supuesto, seguirá habiendo historias en las que inicio, nudo y desenlace son previsibles al milímetro; aventuras en las que lo importante será lo que vemos y no lo que nos cuentan; incluso diálogos que superaran con ingenio a una manida trama… al fin y al cabo el trailer de Los Vengadores se ha estrenado esta semana, y nadie, ni lectores que conocen la historia de los ‘Héroes Más Poderosos de la Tierra’ ni espectadores de a pie que los últimos años han disfrutado con las aventurillas de Iron Man, Thor y Capitán América, espera que se haga ninguna revolucionaria revelación, pero nuevamente nos dirigimos con anticipación a la próxima novedad.

Después de la época en que ver un trailer supusiera automáticamente la respuesta cínica de “pff, ya me han contado toda la película” o “está claro que han sacado las mejores escenas”, no deja de ser relajante comprobar que estos ejercicios de anticipación nos dan herramientas para que disfrutemos de algo en más aspectos que no se puede reducir al propio consumo. Antaño una historia era una historia, ahora, parafraseando al filósofo, una historia de ficción es, más que nunca, la historia y sus circunstancias.

lunes, 26 de octubre de 2009

Y ALEGRES LAS FONTANAS...


Pocas cosas hay mas plenas que despertarse con un beso. Poco importa que el día esté oscuro y haya sombras en cada esquina. Ese beso te va a hacer capaz de adentrarte en ellas como si llevaras un casco de espeleólogo y una bombilla de máxima potencia.

Si además del beso, tienes una palabra bonita, dan igual todas las bobadas que te dirán otros. El sonido de esa palabra te va a acompañar todo el día y pensarás que puedes tener un pitido de ese calibre en el oído sin que te moleste lo más mínimo.

Pero ya, si a todo eso lo acompaña un largo abrazo, no puedes dejar de sentirte el más grande, por que tienes lo más grande. No hay edredón multiplumas que abrigue más que ese abrazo que te hace sentir invulnerable.

Y sí, me he puesto sensiblero. Pero hay días que tienes que expresarlo. Esta es mi expresión…

sábado, 24 de octubre de 2009

EL DÍA DE LA MARMOTA

Un señor muy respetable dijo hace unos veinticinco siglos que “La historia es un incesante volver a empezar”. Y digo yo, que si a Tucídides se le considera el fundador del “rigor histórico”, un poquito de consideración se le puede tener a la máxima.

“Volver a empezar” tendría que ser un concepto bastante considerado. Al fin y al cabo supuso el primer Oscar de Hollywood a una película española, sin embargo parece que esto de dar al botón del reset y dejar que todo arranque de nuevo, lo que es básico en el sistema se coloque en su sitio, las divergencias se ignoren y, en su mayor, parte tengas un escritorio limpio para volver a escribir apuntes, es algo que, si preguntamos por ahí, da miedito hasta al más pintado.

Y todo esto viene al siguiente paso que uno da después de encontrarse con una situación, en principio azarosa, aunque todos sabemos que el azar no existe, a no ser que lleve “h” intercalada y huela divinamente… pero estoy divagando... Si este blog tiene una cierta vida (larga o corta, pero que en cualquier caso supere las cinco entradas), sus lectores observarán que el autor tiende a no escribir preso de la euforia del acontecimiento vivido, sino a dejar pasar un tiempo para que los pensamientos, tras un aparente reposo, se emulsionen y dejen algo que al menos dé la sensación de “asentado”. Eso no quita que divague continuamente,… pero, de nuevo, estoy divagando…

Un párrafo más tarde nos reencontramos con el quid de la cuestión… ¿por qué no deberíamos tener esa aversión al “from the top”? Pues porque cada día, sin necesidad de cambios drásticos, nos encontramos viviendo ciclos, situaciones que se repiten, personas que reaparecen, actitudes que se retoman, y por supuesto remakes de series y películas, que no tienen que ser mejores o peores que el original (sí… soy fan del nuevo universo Star Trek, pero eso se merece un post aparte que me guardo para la salida en DVD de la susodicha…). La anécdota es bastante poco jugosa… gracias a un clic del ratón y a que “alguien” decidió reactivar su cuenta en un portal informático, me reencontré con un amigo del cual hacía un par de años que no sabía nada. Unos días antes, mi media naranja había vuelto a contactar con otra persona que mucho antes había desactivado su cuenta de Hotmail. Poniéndonos al día, resulta que el primer amigo acababa de salir de una relación con una tercera persona, que también era conocido nuestro, sin guardar ningún vínculo previo en común entre ellos. Esta persona resulta que se ha convertido en inseparable del segundo reencontrado. Oh. “Vivimos en un microcosmos”, exclamé. Un tópico más.

Pero unos días más tarde coincidimos todos en uno de eso saraos que no frecuentamos y alguien reflexiona sobre lo curioso que es que hayamos “coincidido”… Y ahí salta el resorte. No es casualidad, ni tampoco un plan del destino, es que nos hemos metido todos en uno de esos bucles. Igual que hay 12 signos del zodiaco y que Marta Sánchez siempre va a tratar de remedar cualquier cosa que haga Madonna, pero si somos un poco listos podemos darnos cuenta de cuando pasa por nuestra vida un cue y vivirlo como tal, sin tener la sensación de un dejà vú. Es como si cada vez que escuchamos el I’ve Got You Babe, no solo pensamos “qué es lo que tengo que hacer bien hoy”; también podemos elucubrar qué parte del cuerpo de Cher sigue intacta. Seguro que aún hay más de una…